Enrique Arias Gil
Doctor en Seguridad Internacional (IUGM)
Cuando tengo que analizar una ideología extremista, el primer elemento al que presto atención es al tipo de música que los radicales escuchan. Esto no es un asunto baladí, ya que la música no solo es una muestra de la estética, poética e iconografía de las diferentes ideologías antisistema, sino que también es una de sus herramientas de propaganda política más poderosas, pues la música articula opinión y genera violencia política, incluido terrorismo. Ello lo encontramos en casos como la música RAC o fashwave en la subcultura neonazi o en las diferentes expresiones del Oi! y el punk en los diferentes movimientos de extrema izquierda; si bien es cierto que los antisistema han sabido extender su mensaje a numerosos géneros musicales más allá de los anteriormente señalados. Por ello, considero fundamental analizar las canciones e himnos que los radicales escuchan, con el propósito de alcanzar una comprensión holística de las ideologías extremistas que respaldan el empleo de la violencia política; dada la importancia estratégica que posee la música como herramienta propagandística y como catalizador del terrorismo.
La música rap como trampolín hacia el islamismo
El caldo de cultivo del terrorismo islámico en Occidente se encuentra en los popularmente llamados inmigrantes de segunda o tercera generación: un término polémico y acusado de racista que sigue calificando como “inmigrantes” a aquellos ciudadanos europeos que son hijos y nietos de aquellos inmigrantes de origen musulmán que acudieron a Europa durante el pasado siglo para buscar trabajo tras el proceso de la descolonización. Generaciones de jóvenes que, tal y como afirman numerosos periodistas, sociólogos, politólogos y expertos en terrorismo, acaban buscando refugio en el fundamentalismo islámico ante la falta de expectativas y condiciones sociales. Y, sobre todo, por la falta de una identidad propia, que les sitúa entre la tierra y la cultura de sus padres y abuelos (las cuales desconocen) y una sociedad europea con la que no se identifican: tanto por la incompatibilidad de valores como por el racismo de parte de la sociedad europea, que los rechaza por su condición étnica y religiosa. Esta dramática situación se materializaría en la figura de la “banlieue”, término francés con el que se denominan los suburbios marginales del extrarradio de las grandes ciudades de Francia: barrios marginales con grandes concentraciones de familias de origen inmigrante que sufren el desamparo y la pobreza, y en los que durante la última década han atraído el foco mediático debido al alto número de detenciones por terrorismo islamista.
Además de la falta de expectativas y de una identidad propia, merece la pena destacar la cultura de la violencia y de la guetificación que la extrema izquierda francesa engendraría a través de asociaciones y grupos musicales durante los años noventa y dos mil, la que acabaría facilitando que numerosos individuos que formaban parte de la subcultura musical de las banlieue decidieran dar posteriormente el salto hacia planteamientos ideológicos fundamentalistas. El descontento de estos individuos pertenecientes a las comunidades musulmanas de las banlieue ha sido explotado durante años por la extrema izquierda, buscando conjugar el socialismo libertario con el descontento de los descendientes de inmigrantes de países extraeuropeos, para quienes el islamismo representaba una expresión antisistémica más, en vez de un proyecto político definido con el que comprometerse formalmente. Así, en las letras e iconografía de numerosas bandas del hip hop francés como Keny Arkana, L’amir’al, Brigante, RPZ, Zino, Mazen, Stone Black, Blacky Blaak, Panarash, Outlaw, Makiavel, Mickey Lansky, Rachton, S-Ky, Le Gonz, Queen K-lifa, Faianatur, Mena, Hollis L’infame, Costello, Juice Land, Miaouss, Zyga o Mc Ray, entre otras, se funde el socialismo libertario y la lucha de clases con el panafricanismo, el panislamismo, el antisionismo, el antifascismo y la cultura callejera de la droga y la violencia. Un cóctel ideológico que durante años ha dado fuerza en las calles a la extrema izquierda, especialmente durante los disturbios de Francia de 2005, pero que en los últimos años ha acabado provocando que numerosos individuos viren ideológicamente hacia los postulados del Daesh y de Al-Qa’ida, para quienes estas organizaciones terroristas constituyen un proyecto político más definido y con más fuerza que el marxismo occidental.
La vida callejera de las banlieues y el drama que supone para muchos jóvenes franceses hijos de familias inmigrantes el acabar anquilosados socialmente en los guetos ante la falta de expectativa social la describiría de forma magistral la referente del rap francés Keny Arkana. Así, en su tema La mère des enfants perdus[1], la compositora altermundialista rapearía sobre cómo la calle ha llegado a destruir generaciones enteras de jóvenes, seduciéndoles por el camino de la delincuencia de una forma genuinamente mefistofélica. Jóvenes cuya elección vital ha provocado que acaben sufriendo durante décadas un destino fatalista, siendo su único modo de subsistencia el narcotráfico, los robos y la trata de blancas, hasta finalmente, alcanzar dos finales fatales: la muerte o la prisión.
La vida en la banlieue francesa la describiría también a la perfección el rapero de origen haitiano y converso al islam Kary James, quien en su directo L’impasse (2008)[2] presentaría en el escenario a un padre que, criado en una banlieue, le cuenta a su hijo qué es lo que se va a encontrar si abandona los estudios como él mismo hizo de joven: presentando una periferia francesa depresiva, en la que la integración social brilla por su ausencia y en la que, a pesar de sus palabras, su hijo sigue sin ver ninguna expectativa de futuro que le haga cambiar de postura.
Kary James llegaría a rapear en su tema 28 Decembre 77 (2001)[3] la historia de su vida: una vida, como la de muchos franceses de origen inmigrante, marcada por una identidad perdida, que intentaría superar refugiándose en la droga. Una vida estigmatizada por el narcotráfico, que tras ver cómo todos sus amigos acabarían en prisión, acabaría convirtiéndose al islam. La canción muestra cómo la religión islámica está siendo el refugio identitario de muchos franceses de origen inmigrante que no han conseguido integrarse socialmente y también, una imagen recurrente: la ingente cantidad de delincuentes y criminales que buscan “purificarse” de sus malas obras a través del islam, muchos de los cuales acaban militando en círculos fundamentalistas. Pero, sobre todo, lo que muestra, es el fracaso del Estado francés a la hora de integrar a las comunidades inmigrantes de las periferias de las ciudades, para quienes los centros urbanos son vistos como mundos completamente diferentes.
En Estados Unidos, cuna del rap y el hip hop, ocurriría un fenómeno similar a partir de los años dos mil, con un movimiento panislamista y panafricano que siguiendo la narrativa de Nación del Islam buscaría la conversión de la población afroamericana: entre cuyas bandas más representativas se encuentran Native Deen, M-Team (Mujahideen Team)o Freeway.
La subcultura del rap yihadista
La relación existente entre la subcultura urbana del rap y el hip hop y el fundamentalismo islámico no es nueva en Francia. Entre los numerosos ejemplos de antiguos raperos convertidos al islamismo radical merece la pena destacar a Rachid Kassim. Originario de Roanne (Lyon,) Kassim publicaría en 2011 un álbum titulado Primera arma, bajo el pseudónimo de “el Oranés”, en el que exhortaba a los salafistas europeos a cometer atentados terroristas, llegando a felicitar años después en un vídeo propagandístico al autor del atentado de Niza del 14 de julio de 2016. Kassim, que se uniría a las filas del Daesh en 2015, moriría en Iraq en 2017 por el ataque de un dron estadounidense. Por otro lado, en 2015, una semana antes de la matanza en Charlie Hebdo, el rapero Médine, originario de Le Havre, y conocido por sus letras belicistas y proselitistas, publicaría su single Don’t laik![4] en un videoclip (que posteriormente eliminaría de la plataforma Youtube) en el que aparecía rapado, con una larga barba, vestido con indumentaria medieval, y realizando continuamente el gesto del tauhíd. Canción que suscitaría especialmente polémica por los siguientes versos:
Crucifiquemos a estos laicuchos como en el Gólgota (…).
Tu barba, árabe, en este país es ¡Don’t laik!
Tu velo, hermana, en este país es ¡Don’t laik!
Yo sierro el árbol de su laicismo antes de enterrarlo.
Marianne es una Femen tatuada con fuck God en las tetas (…).
La religión para los francmasones, el catecismo para los ateos.
El laicismo no es más que una sombra entre el progresista y el ilustrado (Kepel, 2016, 286).
Francia no es el único país occidental que ha sufrido este fenómeno, pero sí el más mediático. Así, entre las llamadas “zonas prohibidas” o “no-go áreas”, barrios en los que el control policial es cada vez más difícil y en las que el fenómeno de las tribus urbanas, el narcotráfico y el islamismo radical han acabado confluyendo, encontramos el barrio de Molenbeek en Bruselas y numerosos municipios conflictivos en países como Alemania, Reino Unido y Suecia, también conocidos mediáticamente por la presencia de las autodenominadas “patrullas de la sharia”: grupos parapoliciales formados por islamistas radicales que amonestan y atacan a ciudadanos del país que no cumplan la praxis fundamentalista (ej. beber alcohol, comer cerdo, actos “sexuales” en público, homosexualidad, etc.), obligándoles a obedecer su visión radical de la sharia. Entre los numerosos cantantes de rap occidentales conversos al yihadismo, merece la pena destacar a Deso Dog (Abu Talha al-Almani), nacido en el Berlín Occidental y eliminado en Siria en octubre de 2015 por un bombardeo de la coalición contra posiciones del Daesh. L Jinn (Abdel Majed Abdel Bary), militante del Daesh nacido en Londres y desaparecido desde julio de 2015, que rapeaba en sus inicios en el mundo musical con imágenes de las manifestaciones de Anonymous de Londres de 2012. Y Sheik Terra, británico conocido por ser uno de los pioneros del rap yihadista: quien en su canción Dirty kuffar (2004)[5], pasamontañas y pistola en mano, llamaba a la lucha contra Occidente de la siguiente manera:
Bismillah al rahman al rahim (…),
Ahora no tenemos tiempo para cometer ningún error (…),
¿Los arrojaste ya al fuego?
Que caiga sobre ellos fuego, fuego y más fuego,
Déjame decirte eso chico grosero (…),
Porque ellos los infieles,
no respetan al más Alto,
arrójalos al fuego, donde arderán.
¿Ves al Frente Nacional? Son unos sucios infieles.
¿Ves al British National Front? Son unos sucios infieles,
Ronald Reagan era un sucio infiel.
El ministro Tony Blair es un sucio infiel.
El señor Bush es un sucio infiel.
¡Arrójalos al fuego!
¡Eso es lo que te digo!
Oh, déjame decirte por qué a los incrédulos,
los tachamos de sucios,
no los amonestes, respeta al Todopoderoso,
arrástralos al fuego, donde arderán, arderán y arderán (…)
Ellos no respetan al más alto,
arrójalos al fuego, donde arderán.
Sucio infiel, donde sea que conduzcas tu auto,
sigue desobedeciendo a Allah (…),
que vamos a conquistaros, como derrocamos al Sha,
desde Kandahar pasando por Ramallah,
paz para Hamás y Hezbollah,
la tripulación OBL [de Osama bin Laden] brilla como una estrella,
como la forma en que os destruimos las dos torres, ¡ja, ja!
Conclusiones
El análisis de las canciones recogidas en este artículo reflejan una óptica de la vida misántropa, misógina, antisemita, triunfalista, milenarista, antimoderna, anticristiana, terrorista, yihadista y suicida (Wolfe, 2013, 239); así como “romántica” y medievalista, apelando al “sacrificio” (individual y colectivo), el sentido de la “trascendencia”, el tribalismo y la vida vista como “combate”. Premisas que, en su mayoría, coinciden con las de otras ideologías con vocación totalitaria a lo largo del siglo XX.
Finalmente, tal y como se ha mostrado brevemente en estas páginas, las bandas y grupos juveniles de carácter violento y su estética, poética, iconografía y rituales colectivos constituyen un catalizador hacia posteriores actividades terroristas. Un fenómeno social muy poco estudiado por los expertos en antiterrorismo, cuyo conocimiento puede ayudar a neutralizar las diferentes expresiones de la violencia política de cara al futuro. Por lo anteriormente referido, si bien es cierto que no se puede censurar la libertad de expresión y que la música underground siempre existirá, se propone evitar que ayuntamientos y discográficas financien y produzcan conciertos y discos de grupos radicales cuyo objetivo sea adoctrinar a la juventud y fomentar una cultura de la violencia que pueda desembocar en actividades terroristas o subversivas, tal y como ocurrió en la Francia de las décadas de los años noventa y dos mil.
Referencias
Las páginas que siguen son una modificación parcial del subcapítulo La amenaza del terrorismo islámico en Europa, de la siguiente Tesis Doctoral: Arias Gil, Enrique (2019), Los actores individuales: un fenómeno terrorista emergente, Madrid: IUGM.
Kepel, G. (2016). El terror entre nosotros: Una historia de la yihad en Francia. Barcelona: Editorial Península.
Wolfe, A. (2013). La maldad política: Qué es y cómo combatirla. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
[1] Keny Arkana – La Mère Des Enfants Perdus (Clip Officiel): https://youtu.be/xSv5sFcGYnA
[2] Kery James – L’impasse feat Béné (Live At Trabendo Session): https://youtu.be/babHtp9o-qY
[3] Kery James – 28 Decembre 77: https://youtu.be/JkZdQqiJ_Lo
[4] Médine – Don’t laik! https://youtu.be/QQd7Kn3nDTQ
[5] Sheik Terra – Dirty Kuffar: https://youtu.be/pWZd088e2Lg
Enrique Arias Gil.
Doctor en seguridad internacional