La semana pasada le regalé una paleta ibérica de la Sierra de Huelva a un amigo. Tras
despedirnos, la sujetó firmemente entre sus manos, se dio la vuelta y se fue feliz.
A los treinta minutos me llama tremendamente preocupado, diciendo que un control
de la Guardia Civil (armado) le ha parado en una carretera camino a su casa, que la
agente le ha quitado rápidamente la preciada paleta sin decir nada y que puede que se
lo lleven en plena noche al cuartel. Resulta que unos desaprensivos habían robado,
justo ese día, un montón de jamones en un almacén de ese área… Situación
tragicómica.