¿Por qué Hamás ha incendiado el Oriente Medio?

El pasado 7 octubre en Israel era un sábado especial, pues junto al descanso semanal, el calendario hebreo señalaba durante varios días la celebración del Sucot, rememorando la salida de Egipto del pueblo de Israel.

Nada parecía señalar a priori un cambio importante en la percepción de la seguridad y los residentes cercanos a la Franja de Gaza celebraban el día de asueto en compañía de sus familiares. A pesar de las tensiones que se viven en la zona, una gran parte de la juventud dentro y fuera del país quería demostrar que siempre existe una oportunidad para la convivencia y por ello participaban en la edición anual del Festival por la Paz, que este año se celebraba cerca de Gaza.

El amanecer suele marcar un momento de tranquilidad, en el que progresivamente se van incorporando los nuevos turnos de los que tienen que trabajar, mientras que los salientes vuelven a sus hogares mezclados muchas veces con los que han disfrutado de la noche. Este momento mágico quedo súbitamente interrumpido cuando desde la Franja de Gaza se produjo un ataque masivo con cohetes, que saturó las defensas antiaéreas israelíes. Al mismo tiempo era atacado el dispositivo de seguridad del perímetro de la zona y sus defensas fueron rotas por varios puntos por los que se infiltraron hombres armados en vehículos ligeros en busca de sus presas, quienes aún no se habían percatado de la situación. Tanto fue así, que los jóvenes que participaban en el Festival por la Paz, al ver a los terroristas llegar inusualmente en parapentes impulsados por motor, pensaron que era una parte del espectáculo.

Las escenas dantescas que sucedieron a continuación no se habían producido desde el holocausto que vivió el pueblo judío desde la Segunda Guerra Mundial. No solo por los más de 1400 muertos, 4500 heridos y 200 secuestrados durante la masacre, sino por el horror del ensañamiento en la comisión de los asesinatos y el trato vejatorio a las víctimas. Ello nos hace reflexionar sobre cuáles fueron las causas que llevaron a esta situación y los motivos de las organizaciones que las perpetraron.

La Franja de Gaza es un pequeño territorio densamente poblado que Israel abandonó unilateralmente, evacuando a su población y dejándolo en manos de los dirigentes palestinos. En el año 2006 el grupo Hamás ganó las elecciones en la zona y comenzó un gobierno en coalición Fatah, facción más moderada y que mantiene su predominio en Cisjordania. Aunque la comunidad internacional pidió a Hamás que respetase los acuerdos alcanzados, el fin de la violencia y el reconocimiento de Israel, lo cierto es que Hamás y sus organizaciones afines siempre se han negado a ello. Al año siguiente se produjo una guerra civil entre los propios palestinos, asumiendo Hamás el control de las instituciones en la franja y no volviéndose a celebrar elecciones. Desde entonces, este territorio ha sido fuente de múltiple controversias, disputas y violencia entre determinados grupos palestinos e israelíes.

En esta ocasión los antecedentes inmediatos se pueden remontar a la firma de los Acuerdos de Abraham, que en el año 2020 consiguieron que Israel fuese reconocido por Emiratos y Bahréin y que posteriormente lo hicieran Sudán y Marruecos. Los llamados acuerdos del siglo parecían que iban a conducir a un apaciguamiento de la región, pero esta nueva configuración regional iba en contra de los intereses de los grupos armados que obtenían su financiación desde el exterior. Por ello la violencia se desató en 2021, cuando se produjo en Jerusalén Este el desalojo de varias familias palestinas y el grupo Hamás comenzó a lanzar cohetes desde la Franja de Gaza.

En abril de 2023 los incidentes armados y los disturbios llevaron a la entrada de las fuerzas israelíes en la mezquita de Al Aqsa. En cierto modo algunos de estos sucesos pudieron ser consecuencia del endurecimiento de las medidas que había tomado el gobierno israelí del primer ministro Benjamin Netanyahu. No obstante, con posterioridad el gobierno israelí buscó de algún modo la reconciliación en la zona de Gaza, por lo que consintió el tránsito de trabajadores desde la franja, el incremento del volumen de tráfico de mercancías y las negociaciones con los países donantes.

También hay que tener en cuenta las relaciones que se vivían entre los propios palestinos. Desde el apropiamiento de Gaza por parte de Hamás ha habido una constante desafección entre este grupo y Al Fatah, quien gobierna en Cisjordania. Debido a que Fatah no ha sido capaz de conseguir mediante las negociaciones la creación de un Estado palestino, Hamás ha visto en esta debilidad una oportunidad para imponerse entre la población palestina como primera fuerza política. Además, Hamás ha incrementado su radicalización, sumando esfuerzos con grupos como la Yihad Islámica Palestina, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, e incluso otros más novedosos como la Guarida del León. Frente a esto, Fatah ha intentado separase de posiciones que lleven a la violencia, condenando el reciente ataque desde Gaza, eso si, tibiamente.

Hamás no solo se enfrentaba a problemas en el ámbito local. En el plano regional y global también estaba perdiendo apoyos, pues el gobierno del vecino Egipto temía a una posible extensión del terrorismo proveniente de Gaza sobre su territorio. El príncipe saudí, Mohamed bin Salmán, veía con agrado una aproximación a Israel y a Estados Unidos, para conseguir armamentos que pudiesen proteger a su población de los ataques houzíes desde el vecino Yemen, además de poder contar con apoyos para poner en marcha su programa nucleoeléctrico. Por parte de Catar, uno de los mayores valedores de Hamás, existía un hartazgo debido a que las ingentes cantidades monetarias donadas acababan desviadas de los proyectos que tenían que llegar a una población civil cada vez más descontenta.

Entretanto Hamás tenía que jugar la baza de que los “enemigos de mis enemigos son mis amigos” por lo que buscó explotar las relaciones que tienen con el grupo chiita Hezbollah en el Líbano e Irán, país que apoya a este grupo libanés.

Con estas cartas en la mano y antes de que perdiese más su poder e influencia, el grupo Hamás optó por la opción más descabellada, sabiendo que su actuación pondría a su propia población en una situación de sufrimiento y peligro. Sin embargo, también sabía que la opinión pública en el mundo musulmán y en gran parte del mundo occidental podría ponerse de su lado. Esta circunstancia también detendría el acercamiento a Israel de muchos de los países árabes, de los que Arabia Saudita sería el primer perjudicado. Entretanto Catar tiene que asumir un difícil papel de mediación, para lo que tendrá que continuar demostrando su apoyo a Hamás, aunque no tanto que desate la congelación de activos por parte de EE.UU. y sus socios europeos.

 

 

José Ignacio Castro, miembro de Minerva Institute y Coronel del Ejército de Tierra.


 

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