Una historia de espías

Hoy escribimos sobre Markus Wolf, el hombre sin rostro. Fue director de la STASI, policía secreta de la RDA.

Wolf siempre estuvo rodeado de tanto misterio que tuvieron que transcurrir veinte años antes de que los servicios de inteligencia occidentales lograran saber qué aspecto tenía. La red de Wolf extendía sus brazos a los más altos niveles de la política occidental. Sus agentes lograron infiltrarse incluso en la cúpula del gobierno de la Alemania Federal. En la cancillería, consiguió reclutar a Günter Guillaume hasta que éste fue desenmascarado en 1974. Fue el caso más grave de espionaje registrado en el Gobierno de Alemania y una de las razones que provocaron la retirada del entonces canciller Willy Brandt. Tras la caída del muro de Berlín, Wolf llegó a calificar este hecho como “una gran derrota”. Wolf comenzó su andadura al huir a Rusia escapando del régimen nazi. Su talento sorprendió a las autoridades soviéticas y se libró de participar en la guerra. Tras la contienda, regresó a la Alemania ocupada por la Unión Soviética donde empezó su carrera en el servicio de inteligencia. Dirigió el espionaje exterior a partir de 1952. Pero nadie tuvo una foto de él hasta 1978. Esta capacidad de camuflaje le valió durante años el apodo del “hombre sin rostro”.Con una red móvil de múltiples extensiones y omnipresente en Occidente, Wolf consiguió llegar con sus agentes hasta el cuartel general de la OTAN en Bruselas, donde infiltró un agente que estuvo enviando material durante 20 años hasta ser descubierto en 1989.

S.P.E.
Responsable del Área de Comunicación y Seguridad de Minerva Institute.

 

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